Siempre hay uno dispuesto a señalar que somos peores, más sucios, más pobres, más irrespetuosos, demasiado argentinos, poco europeos. Bárbaros.
Amantes del fairplay, cuando las reglas y los modales son de otros. Dedito arriba, y gestos de preceptor. Como si no existiera el mundo, sus miserias y sus injusticias dibujando las reglas; tirándote a la cancha, sin preguntarte si querés entrar, y cuando vas ganado te cobran penal.
Siempre hay uno al que le fastidia la felicidad de la gente y sobre todo sus enojos. Y descargan su mierda de cipayos tío Tom en formato civilización y buenas maneras, que angustia querido rey. Giles de estopa, zopencos de bandera extranjera o corsarios al mejor postor.
Promotores de la desesperanza, unos por tontos, otros por malos. Juegan a romper la alegría, a domesticar a los héroes, a horadar los triunfos. A limar el filo de las victorias, y de las voces alzadas gritando una puteada o la alegría breve de haber vencido la adversidad. Saben que los pueblos deprimidos no vencen, y no quieren ver vencer, tan acomodados están en la derrota.
Siempre hay uno dispuesto a titular en contra, y editorializar como un reto, como un lamento, como una traición. Son globalistas cuando el fuego de la nación los llama y nacionalistas cuando se habla de estancias, tradiciones conservadoras, y propiedad.
Adoran a los poderosos por imponer su potencia, reniegan de todo aquello que huela a desafío contra el mandato del poder central. Si hasta el dulce de leche eligen colonial.
Si malo es el gringo que nos reta, peor es el criollo que pide disculpas.
¿Tan manso ibas a ser? ¿tan bobo?
Andá payá.
Autor original: Luciano Debbane
